¿Por qué me convertí en Chef a mis 29 años?
De pequeña me gustaba mirar a mi mamá preparando la comida para nosotros todos los días, bueno…. ¡excepto los domingos! Decía: ¡el domingo se descansa de la cocina! Mi papá nos llevaba a almorzar afuera o hacía una ensalada de frutas muy fácil de preparar, (ahora sí que lo entiendo). Mis abuelas tanto materna como paterna, estaban en la cocina desde la madrugada y terminaban a la hora de la telenovela tipo 5:00 pm. Mujeres muy fuertes y trabajadoras, sin contar que tuvieron de 9 a 11 hijos, la cocina fue la opción para sacar sus familias adelante y crearon su negocio de banquetes. Crecer viéndolas cocinar platillos tan sencillos y llenos de sabores que aun el olor y sabor de esos platos los tengo impregnados en mi cerebro y los extraño a diario.
Mi mamá murió relativamente joven, de 45 años, tenía también el gusto de la buena mesa, recuerdo que cuando estaba en el colegio, no veía la hora de llegar a casa para ver a mi mamá abrazarla con todo mi amor y verla preparando esas delicias con las que nos sorprendía.
Curiosamente y a pesar de lo bien que cocinaba, cada uno de nosotros en casa teníamos una aversión a alguna de sus preparaciones, para mí era el pepino relleno, para uno de mis hermanos era su sopa de ahuyama, para el mayor era el sudado de pollo. No era que le quedaran mal, simplemente es ese extraño asunto del gusto que tenemos todos, pero eso sí, no se nos permitía dejar de comer, siempre hubo respeto por no desperdiciar comida, algo que también te ayuda a querer siempre cocinar rico.
Recuerdo que mis abuelas y mi mamá eran generosas sirviendo la comida, compartían sus platos con la familia y amigos cercanos o con quien lo necesitara, una actitud que era común en ciudades pequeñas y pueblos, generosidad en la mesa, una práctica cada vez más olvidada desafortunadamente, lo curioso era verlas repartiendo como si esas ollas no tuvieran fondo, parecía un truco de magia, ¡alcanzaba para todos!
Todas estas experiencias de mi niñez y juventud me alentaron a estudiar y a amar esta hermosa y ardua profesión de ser chef
Vengo de una ciudad pequeña de Colombia, en la que no había universidades para estudiarla o ejercerla a nivel profesional de la forma en que me hubiera gustado. Por esta razón después de graduarme del colegio empecé a estudiar ingeniería de Sistemas. Siempre tenía con esas ganas de estudiar algún día en una Universidad Artes Culinarios.
Después de algunos años trabajando en Bancos y de estudiar Sistemas, tuve la oportunidad de viajar a USA por unos años. Después de un año viviendo acá se me dio la oportunidad de estudiar en Ciudad de México en el cordón blue de allá, ya tenía todo listo y la verdad estaba muy emocionada. Pero como dicen por ahí: cuéntale tus planos a Dios para que se ría. Ya tenia todo listo y por imprevistos, que nunca faltan, no puede realizar mi sueño en ese momento me vi obligada a irme para Denver y comenzar con una nueva vida, mi anhelo quedó en espera, estaba segura de que algún día lo iba a realizar. Por un tiempo me dedique solo a trabajar como niñera y luego trabaje como cajera en un banco muy conocido en esta área. Por fin vino recompensa, mi visa de trabajo estaba por vencer y la verdad a este punto de mi vida no sabia que iba a hacer con ella. Y preciso en esos días llegó a mi caja una mujer joven para hacer una transacción bancaria, cuando efectuaba mis labores de caja disfrutaba charlándoles a mis clientes y noté un acento en ella y le pregunté de donde era, me dijo que, de Nicaragua, empezamos a hablar en español. Le pregunte que si estaba de vacaciones No –me dijo- estoy terminando mi carrera de Culinary Arts en la Universidad Johnson & Wales de Denver y estoy alistando todo para mi práctica. Quedé fría la verdad no podía creer lo que me estaba diciendo, en mi tiempo libre había visitado algunas escuelas de culinaria en el área y nunca había escuchado de esta Universidad, le pedí más información y ella muy amablemente me dijo que era una Universidad que tenía mucha fama a nivel nacional por su carrera de Artes Culinarias, tienen 4 sedes, en Miami, Carolina del Norte, Providence y para mi fortuna una en Denver, me dio la tarjeta (que para mi suerte llevaba con ella) del Coordinador de estudiantes internacionales de la universidad, mientras terminaba ya con su transacción y pensado la suerte que tuve en ese momento, me dio la tarjeta con su nombre y me dijo Llámalo y dile que yo te envié. Esa fue la única vez que la vi, espero verla nuevamente para agradecer ese acto tan simple pero tan definitivo en mi vida.
Ahí vamos por ahora, ¡no se olviden de sintonizar la continuación de la historia la próxima batisemana en el mismo baticanal!